«Cabe destacar el arriesgado conceptualismo de la escenografía y la magnífica iluminación con la que se representa al laberinto. Y también es todo un lujo la percusión de Agustín Diassera y Alejandro Cruz, así como la guitarra flamenca de Pau Vallet que eleva a lo más alto el poder emotivo de la solea y la seguiriya. Y por si todo eso no fuera bastante, en la última parte, como no podía ser de otra manera Rubén, con una bata de cola sin volantes, se sumerge en el universo tavoriano y a golpe de llamador convoca a la Banda de las Tres Caídas para que le interprete, en la escena final, un pasodoble que carga de solemnidad el sacrificio del monstruo. Un espectáculo brillante digno de un festival que, como el de Itálica, lleva más de veinticinco años apostando por dar a conocer en nuestra ciudad las últimas tendencias de la danza contemporánea internacional.»
Fuente: www.elcorreoweb.es
Foto: J.M.SERRANO.